La búsqueda de un país en su profundidad y en el Universo
Machado de Assis: en las fronteras de la modernidad
A casi ochenta años de la muerte de Joaquim Machado de Assis, esta retrospectiva abunda el impulso revitalizador que infundió a la literatura brasileña la obra del notable narrador y ensayista. Recuperando las esencias del espíritu nacional, Machado abrió al mismo tiempo las fronteras literarias del Brasil a la modernidad y el pensamiento universal. Y fue, en las palabras del patriarca del romanticismo Jose de Alençar, el primer crítico brasileño.
Nota publicada en el Diario Clarín
Por Agustina Roca
El 21 de julio de 1839 nacía en el Morro do Livramento de Río de Janeiro, en la casa del pintor de paredes Francisco José de Assis y de María Leopoldina Machado, el gran escritor Joaquim María Machado de Assis, un hombre polémico que desató los amores y los odios literarios más recalcitrantes. Su vida fue, aparentemente, burocrática: dividía sus días entre el puesto oficial de Agricultura, su presencia en la recién fundada Academia de Letras y las reuniones con su editor. De noche, comenzaba su verdadera vida en su casa de Cosme Velho, con sus implacables investigaciones sobre los textos de Swift, Fielding, Sterne, Dickens, Shakespeare, los franceses, los alemanes, los portugueses, que realizaba con su mujer, Carolina, hermana del poeta portugués Faustino Xavier de Moraes. Machado decía: "Estudio y leo, fiesta para el espíritu".
La vida de Machado estuvo sellada por la muerte desde sus comienzos: su madre y su hermana murieron cuando era chico; su padre cuando tenía doce años. Desde esa edad, él comenzó a batallar por su subsistencia, ayudando a su madrastra a vender dulces en São Cristovão. Machado conoció, así , la cara y el reverso del mundo, y toda incertidumbre, esa desolación, ese desamparo, determinaron, en parte, el feroz escepticismo que taladra su obra. Y su vida, porque Machado fue famoso por su misantropía, por la distancia que imponía a los demás, por su vehemencia en asimilarse cada vez más a los patrones clásicos.
Este mulato fue, sin ninguna duda, el mejor escritor del final del romanticismo. Aunque resulta difícil encuadrarlo dentro de ese movimiento, porque Machado, aun en su etapa inicial, ya superaba a los prosistas y poetas románticos. En sus primeras obras, se pueden percibir ciertos rasgos del romanticismo, pero en todas ellas ya existían gestos insólitos, un trazo machadiano que superaba totalmente el sentimentalismo romántico. Muchos biógrafos se refieren a esta, su primera etapa (ver recuadro biografía), como la de "Machadinho". El escritor alcanzó definitivamente su madurez literaria en el período de posromanticismo, luego de una crisis epiléptica que lo atacó en octubre de 1878, a los cuarenta años, y lo obligó a refugiarse en la zona de Friburgo. Allí escribió la primera novela de su período maduro, Memorias póstumas de Bras Cubas , una pequeña gran joya de la literatura brasileña. A partir de estas novelas y en toda su obra sucesiva, los personajes del escritor ganan en fuerza y realismo. El poder y el dominio constituyen el principal eje de su obra. Predomina en ésta una filosofía sarcástica, con un humor caso británico y se encuadra dentro de una dimensión fantástica: "Nada tengo contra la ciencia pero si tantos hombres que suponíamos en su sano juicio están recluidos por dementes, ¿quién nos asegura que el alineado no es alienista?"
La ruptura posromántica
Durante la primera etapa de Machado, y a medida que éste profundizaba en su estética, se iba ya no sólo distanciando hacía el año 1880, sino oponiéndose tenazmente al romanticismo. Empezó a elaborar una estética que fuese lo opuesta de la de ellos, buscando una universalidad que contrastase con el regionalismo y el indigenismo romántico. Dice Jose Guilherme Merquior: "Podríamos decir que tanto Euclídes da Cunha como Machado de Assis suceden a la literatura semianalfabeta de los románticos, destinada a públicos mediocres. Ya Machado y Euclides son dueños de una formación filosófica y científica más vasta".
El estilo de Machado, maduro, ostenta los principales aspectos de la poética del segundo Ochocientos (final del siglo XIX): la ruptura con la idealización romántica , la valorización de las dimensiones técnicas de escribir y el universalismo de la visión literaria. Con él, las letras brasileñas entran así a dialogar con las voces de la literatura occidental. Dice Tristão de Ataíde: "Machado inició en nuestras letras un análisis profundo del alma brasileña. Y con eso le dio el sentido universal que les faltaba".
Ataíde captó el mensaje de Machado. Este, además de creador, fue un devoto practicante de la crítica y escribió un ensayo, "Instinto de nacionalidad" (1873), en el que desarrolló un concepto de nacionalismo manifestado como una forma de sentir y no como una forma de mera exhibición del exotismo tropical. Allí Machado afirmaba sobre el rol del escritor: "Hombre de su tiempo y su país, aunque trate asuntos remotos en el tiempo y en el espacio"
Hostilizado en vida por naturalistas y positivistas, con quienes estuvo en guerra declarada y a quienes satirizó en su prosa, condenado por los modernistas cuando ya había muerto, debió pasar bastante tiempo para que las nuevas generaciones comenzasen a entender el valor de la obra machadiana dentro del contexto histórico de la literatura brasileña.
Cuando surgió el modernismo, en 1922, éste reaccionó contra los excesos que habían cometido las últimas corrientes: la ingenuidad de los románticos; el formalismo del posromanticismo. Evidentemente, Machado cayó bajo la crítica modernista. En el fondo de esta antipatía se encontraba la incompatibilidad de la nueva estética, de origen optimista y hasta utopista, con el humor y el sarcasmo del Brujo de Cosme Velho, como lo llamaban a Machado por su misantropía y por su prosa de índole fantástica. El ánimo eufórico, futurista del modernismo, encontraba lúgubre la ironía de un Bras Cubas, por ejemplo. A pesar de las críticas, Mario de Andrade reconoció lo siguiente, años después: "Machado se aplicó en dominar una técnica maravillosa. Es imposible imaginar mayor dominio del oficio. Fuente de ejemplo, fuente de experiencia...".
Escepticismo y obsesiones
Uno de los rasgos que predomina en la obra machadiana y que comenzó con Memorias póstumas de Bras Cubas es su estilete, su ironía para desenmascarar la hipocresía de la sociedad. Maestro del desenmascaramiento, Machado es discípulo de los moralistas franceses, quienes consideran que los buenos sentimientos son las máscaras del egoísmo. Los valores sociales reposan así en la mentira y en las convenciones. En su cuento, Teoría del medallón, un padre enseña a su hijo la receta para ser un mediocre triunfador: "Mirá que los hombres valen por diversos motivos, pero lo más seguro es valer por la opinión de otros hombres"
El tema del tiempo es el pensamiento central de la obra machadiana, el tema como deshojamiento, como reflexión, sea en forma de perpetuidad, como en su novela El inmortal , o en la lucha de D. Camila (de su cuento Una señora ), que no quiere envejecer: "Y todas las cosas construidas en desafío del tiempo".
Otras obsesiones de Machado son la excentricidad, la locura, los compromisos, el examen de conciencia y todos los planos del sueño. El poeta y crítico, Fernando Py define la obra machadiana de esta manera: "Una apología del pensamiento mágico y de los estados oníricos como principal fuente de conocimiento". Su literatura es una sabiduría medio bíblica, medio mundana, mezcla de piedad e ironía.
La filosofía machadiana parte, además de los autores que mencionamos al comienzo, de Pascal, de quién Machado decía que era uno de sus abuelos espirituales y de Schopenhauer. De allí también su escepticismo. En Bras Cubas , por ejemplo, el protagonista revé y recompone su vida en una insólita pesadilla; el tránsito entre dos misterios, durante el cual el hombre se agita, se debate en procura del placer de los sentidos, pero solo encuentra miseria moral y física. En el final de ella, dice: " No tuve hijos, no trasmití a ninguna criatura el legado de nuestra miseria".
El fondo social de su obra es la época de agonía del Imperio y de los primeros pasos de la República; tampoco falta la furia inflacionaria de Encilhamento (furor bolsístico que se dio a principio de la República) y el crepúsculo del régimen: el célebre baile de Ilha Fiscal, último vals de la monarquía, ambiente donde el ocio y el sadismo se dan las manos. Las Memorias Póstumas remontan al Brasil Joanino (del rey Don Juan de Portugal); Don Camurro; al imperio del gabinete del Paraná; Iaia García y Quincas Borba a la guerra del Paraguay. Así, su novelística abarca 80 años de vida brasileña en la burguesía carioca y sus satélites sociales.
La crítica teatral
Hay un elemento que no se puede dejar de lado en la obra de Machado: su pasión por el teatro. El se inició en el periodismo como crítico teatral. Inclusive escribió varias obras de teatro en su época de Machadinho. Esta pasión por el teatro influyó en su formación literaria. Del teatro salió su técnica de lo instantáneo, de las escenas breves, de su escasa ambientación. El teatro le enseñó a armar sus magistrales escenas. Cuando, en su prosa, Machado comenta los personajes, revela los bastidores y critica el propio montaje, no hace más que incorporar lo que él marcaba en sus críticas.
Hoy, a casi ochenta años de la muerte de Machado, uno de los mejores ensayistas jóvenes del Brasil actual, Jose Guilherme Merquior, se refiere a Machado, de esta manera: "Su estilo fuertemente retórico refuerza la energía mimética del lenguaje, y su poder de imitar, de fingir la variedad de la vida. Y eso, más que posromántico es algo moderno; algo menos próximo a los impresionistas que a un Joyce o a un Jorge Luis Borges o a un Guimar â es Rosa".
De todas formas, este hombre que fue acusado de reflejar su espíritu poco brasileño, desconfió de las utopías, desenmascaró las ideologías de la época y conservó, en la esencia de su obra, dos características netamente brasileñas: el gusto por el teatro de la vida y el humorismo carnavalesco. Así, Machado de Assis, permaneció fiel al componente medular del alma brasileña.
MEMORIAS PÓSTUMAS DE BRAS CUBAS
(Fragmento)
Capítulo VII. El moribundo Bras sueña que montado a un hipopótamo cabalga rumbo al origen de los siglos, y una mujer, Naturaleza o Pandora, lo atrapa en la cima de una montaña y le hace mirar el cortejo de las épocas.
“Imagina tú, lector, un resumen de los siglos, y un desfilar de todos ellos, todas las razas, todas las pasiones, el tumulto de los imperios, la guerra de los apetitos y de los odios, la destrucción de los seres y de las cosas. Tal era el espectáculo, amargo y curioso espectáculo. La historia de la tierra tenía, así, una intensidad que no le podían dar la imaginación o la ciencia, porque la ciencia es más lenta y la imaginación más vaga, mientras que lo que yo veía allí era la condensación de todos los tiempos. Para describirla, sería preciso afirmar el relámpago. Los siglos desfilaban en un remolino y, no obstante, como los ojos del delirio son otros, yo veía todo lo que pasaba delante de mí –flagelos y delicias- desde esa cosa que se llama gloria hasta esa otra que se llama miseria, y veía el amor multiplicando la miseria, y veía la miseria insultando a la debilidad. Allí venía la codicia que devora, la cólera que excita, la envidia que babea, y los oficios, y la pena, húmedos de sudor, y la ambición, el hambre, la vanidad, la melancolía, la riqueza, el amor, y todos sacudían al hombre, hasta destruirlo, como un cencerro, como un andrajo. Eran las diversas formas de un mal que a veces mordía las entrañas, otras el pensamiento, y paseaba eternamente su vestimenta de arlequín alrededor de la especie humana. Alguna vez el dolor disminuía, pero se sometía a la indiferencia, que era un sueño sin sueños, o al placer, que era un dolor bastardo. Entonces, el hombre, atormentado y rebelde, corría delante de la fatalidad de las cosas, atrás de una figura nebulosa y arisca, hecha de retazos, un retazo de impalpable, otro de improbable, otro de invisible, todo cosido en punto flojo, con la aguja de la imaginación; esa figura –nada menos que la quimera de la felicidad- o escapaba perpetuamente o se dejaba agarrar por la falda, y el hombre la abrazaba, y entonces ella reía, como una broma, y desaparecía, como una ilusión.
No pude retener un grito de angustia, al contemplar tanta calamidad, que Naturaleza o Pandora escuchó sin reír; y no sé porque ley de confusión cerebral, fui yo el que me puse a reír, con una risa descomedida e idiota .
-Tienes razón- dije yo- la cosa es divertida y vale la pena. –Al mismo tiempo en que Jó maldecía el día que fue concebido, porque le daban ganas de ver el espectáculo acá, en la cima...
Traducción: A. R.
Obras
PRIMERA ETAPA
(Llamada por sus biógrafos "Machadinho")
Crisálidas, 1864
Falenas, 1869
Americanas, 1875
Teatro
Desencantos, 1861
Teatro, 1863
Casi Ministro, 1864
Los dioses de chaqueta, 1866
ETAPA DE TRANSICIÓN
Cuentos
Cuentos fluminenses,1869
Historias de media noche, 1873
Novela
Resurrección, 1872
La mano y el guante, 1874
Helena, 1876
Niña García, 1878
ETAPA MADURA
Cuentos
Papeles sueltos, 1882
Historias sin fecha, 1884
Varias historias, 1896
Páginas apartadas, 1899
Reliquias de la Casa Vieja, 1906
Novelas
Memorias póstumas de Bras Cubas, 1881
Quincas Borba, 1891
Don Testarudo, 1899
Esaú y Jaco, 1904
Memorial de Aires, 1908
Teatro
Tú, solo, tú, puro amor, 1881
Crónicas
El primo Basilio, 1872
Instinto de nacionalidad, 1878
Contos e Crónicas, prefacio de Magalhâes, 1958
Crónicas de Lélio, prefacio de Magalhâes, 1958
Obra completa, de Afranio Coutinho, 1959
Obras completas, Jackson editora, 1937