Clarice Lispector, creadora de una nueva literatura, diez años después

El enorme vacío que solo un destino llena

Junto con Joâo Guimaraes Rosa, Clarice Lispector marcó nuevos y trascendentes derroteros para la literatura brasileña de la década del ´60. Al fallecer el 9 de diciembre de 1977, dejó una compleja obra construida sobre dos ejes: el trabajo de la escritura como meta de sí misma y la obsesión por el proceso que culmina en el individuo con la adquisición de una conciencia propia. Además de un estudio sobre la autora, esta cobertura incluye la traducción exclusiva de un fragmento de su obra y su bibliografía completa.

Nota publicada en el Diario Clarín

 

Por Agustina Roca

 

"Y reprimido, alborozado, recordó que
este es el lugar común donde un hombre
puede al final pisar: querer dar un lugar al destino
al enorme vacío que aparentemente solo
un destino llena."

Clarice Lispector siempre sostenía que cada rostro es un enigma. Y si uno mira ese, su rostro, que fue dibujado por De Chirico y pintado por Portinari, y se investigan sus textos, se comprueba como esa, su obsesión del enigma, define, en parte, la obra que gestó durante sus treinta y siete años de ejercicio o, mejor dicho, de sacerdocio literario. Esta brasileña, de padres rusos, que había nacido según ella, por accidente en Tchetchelnik (Ucrania) y llegó a Pernambuco un mes después, dedicó su existencia a aprehender por medio del lenguaje el "instante" en que lo inefable se manifiesta, dándole así a su prosa, a la palabra, una dimensión poética. Hablando del acto creador, esta escritora manifestaba: "La creación no es comprensión, sino un nuevo misterio."

Lispector se empecinaba en afirmar que no siempre comprendía los mensajes que emitían sus textos y se sentía, por lo tanto, oscura para sí misma. El lenguaje representaba para ella una forma de meditación, y la palabra era, según su definición, su cuarta dimensión: "Entonces escribir es la palabra como carnada, la palabra pescando lo que no es la palabra."

Por esta, su forma de acercarse al texto, a la palabra, despojada y directa, en esa unión que existía entre el descubrimiento de sí y el lenguaje, su escritura le resultó comprometida y conflictiva porque se encontraba, vuelta a vuelta, con el vacío que rodea la existencia humana y la amenaza consiguiente de enmudecer. Hay permanentes alusiones en su obra a esta dificultad: "Sé que todo lo que estoy hablando es solo para postergar -postergar el momento en que tendré que comenzar a decir, sabiendo que nada más me queda por decir-. Estoy postergando mi silencio. ¿Habré postergado el silencio toda la vida?"

Lispector, quién fue reconocida por los críticos como una innovadora en su forma de acercarse al lenguaje, de manejarlo, se aferró a lo largo de su obra a determinados logros. Uno de ellos fue la forma en que su texto se va despedazando al intentar abrirse camino destruyéndose así al hacerse. En ella, las bocanadas del lenguaje en gestación son como olas rompiéndose contra la evidencia de que ordenar y clasificar equivale también a destruir. Y ella consideraba además que, vitalmente, todo ser humano debe seguir el mismo proceso: "Valientemente había hecho lo que todo hombre debe hacer una vez con su vida: destruirla."

El vértigo de la libertad

Creía en la destrucción porque opinaba que esta implica un nuevo nacimiento. Para lograrlo recurría a un hecho que se repite constantemente en su obra: la irrupción de lo insólito. Lo insólito que quiebra el orden establecido, destruye la aparente normalidad y transgrede las reglas sociales. Esta a veces es un crimen, otras una abuela que escupe en una reunión porque ve la hipocresía de su familia, o una persona que come esa pasta blanca que sale de una cucaracha reventada.

Así luego que irrumpe lo inesperado se produce un cambio y el narrador-protagonista entre a revisar su existencia. Pasa, por así decirlo, de la ignorancia a la conciencia, de aceptar un sistema heredado a elegir sus pautas de vida. En este replanteamiento desciende a los más sombríos abismos de la conciencia hundiéndose en la pesadilla para corroborar la visión trágica de la condición humana: "El crecimiento está lleno de estratragemas, de autodesprecio, de fraude; pocos son los que tienen la deshonestidad suficiente para no asquearse."

Este percibir el sin sentido de todo, lejos de aquietar a sus personajes los incita a ennoblecer la experiencia humana. Por eso Benedito Nunes dijo: " En Clarice Lispector el yo es una posibilidad, nunca una realidad." Sus personajes son, de alguna manera, héroes porque jamás se permiten la pasividad. Esta condición de héroes es una característica de la narrativa lispectoriana, ya que en casi toda la prosa brasileña de este siglo predominan los antihéroes.

Por debajo de esta búsqueda de los personajes de Lispector, de la afirmación de la soledad, el vacío y el pavor que produce la libertad, se esconde una filosofía cuya base se encuentra en Kierkegaard. Este insistió en que la libertad es la condición esencial humana y afirmaba también que la angustia es el vértigo de la libertad. Así cuando un ser humano descubre ese vértigo, toma conciencia de sí. Y este es el camino que han seguido reiteradamente todos los protagonista de la prosa de Lispector.

Su revolución en la escritura

Cuando publicó su primera novela, Cerca del corazón salvaje (1944), su título ya estaba dando, en parte, las preferencias estéticas de Lispector porque había sido tomado de una cita de Joyce en Retrato del artista adolescente: El estaba solo, abandonado, feliz, cerca del salvaje corazón de la vida Además de esta perspectiva joyceana, Lispector se acercaba al sondeo introspectivo de la Woolf, a sus monólogos interiores, a su fragmentación de episodios. Y, dentro de los brasileños, no podía negar que era una digna descendiente del inefable Machado de Assis y que había leído con bastante asiduidad al romántico Alençar.

El ensayista y profesor Antonio Cándido, impresionado con la prosa de la joven narradora, escribió en esa época un famosos ensayo, En la madrugada de Clarice Lispector , donde esbozó: Me impactó la prosa de Lispector. Raramente podemos encontrar un escritor que como Mario de Andrade en Macunaíma y Oswald de Andrade en JoãMiramar extiendan el dominio de la palabra sobre zonas más complejas o hagan de la ficción una forma de conocimiento del mundo y de las ideas ..."

Cuando surgió Lispector en la década del ´40, la prosa brasileña estaba atravesando por un período fértil. A grandes pinceladas se puede decir que predominaba la tendencia de situar el proceso literario en la trasposición de la realidad social (regionalismo, novela nordestina. Amado, Queiroz, Graciliano Ramos...) y, en menor grado, psíquica. Con el advenimiento de Lispector y, posteriormente de Guimarães Rosa (1956) se abrió una nueva brecha: la de revolucionar el acto de la escritura en sí y la de construir otra realidad. En esa época Clarice Lispector había publicado su tercera novela, La manzana en la oscuridad. Ambos escritores se convirtieron en emblemas de la literatura vanguardista brasileña.

Dice el crítico Bossi hablando de estos dos creadores: "Esta suprarrealidad no se comprende sino como la alquimia de los materiales subterráneos extraídos de las mismas fuentes que sirvieron a los demás narradores: los de la historia colectiva en Guimarães Rosa, los de la historia individual en Lispector. En estos escritores hay una fortísima voluntad de estilo, como en los verdaderamente grandes, de la que no pueden escapar... "

La premonición de Lispector

Cuando Lispector publicó su último libro, La hora de la estrella, dijo que la muerte era la protagonista predilecta de esta novela. Su intuición no se detuvo ahí. En las últimas páginas del libro tuvo una premonición de su propio deceso.

Dice así:

"Macabea había muerto.

"Ella estaba , al fin, libre de sí y de nosotros. No os asustéis: morir es un instante y pronto pasa, lo sé porque acabo de morir con Macabea. Disculpadme esa muerte. No pude evitarla, uno lo acepta todo porque ya tropezó con el muro. Pero he aquí que, de repente, siento mi último gesto de revuelta y el rugir del viento, la matanza de los palomos. Vivir es un lujo.

-"Díos mío, sólo ahora me acordé de que la gente muere. Pero, pero... ¿yo también?
"Por el momento hay que olvidar que es el tiempo de las fresas.
"Sí"

Y, efectivamente, Clarice Lispector, murió de un cáncer generalizado poco tiempo después de editar este libro, el 9 de diciembre de 1977, a 52 años de su nacimiento (10-12-25). Sin embargo, a pesar de que había editado este libro y de que estaba internada, la escritora continuó escribiendo hasta sus últimos días quizás porque: "Mientras tenga preguntas y no respuestas, seguiré escribiendo".

Sus últimos escritos fueron recopilados por su amiga Olga Borelli y, con el consentimiento de los hijos de la escritora Pedro y Paulo, los editaron póstumamente con el título de Un soplo de vida . Como cita introductoria pusieron unas palabras de Lispector que definen, en parte, su obra: "Quiero escribir un movimiento puro." Y, al haberlo logrado, posiblemente Lispector se haya ido con la misma serenidad de sus personajes heroicos.

LA HORA DE LA ESTRELLA

El siguiente extracto se ha tomado de la última novela editada en vida " La hora de la estrella ", de Clarice Lispector, aún no traducida en Buenos Aires. El protagonista, Rodrigo S.M.., es un escritor que va relatando su experiencia frente al lenguaje y a la gestación de su novela. En una parte dice algo que define la escritura de Clarice Lispector: "Escribo muy simple y muy desnudo. Por eso hiere."

Volviendo a mí: lo que escribiré no puede ser absorbido por mentes que exijan mucho y ávidas de sortilegios. Porque lo que iré diciendo estará desnudo. Como telón de fondo, tendrá felizmente -y ahora mismo- la penumbra atormentada que hay en mis sueños cuando duermo, de noche, angustiado. Que no esperen, entonces, estrellas en lo que sigue: nada brillará, se trata de materia opaca y despreciable para todos por su propia naturaleza. Es que a esta historia le falta melodía cantábile. Su ritmo, por momentos, es desacompasado. Y tiene hechos. Me apasioné súbitamente por hechos sin literatura -hechos son piedras duras, y actuar me está interesando más que pensar, no hay cómo huir de hechos-.

Me pregunto si yo debería caminar adelante del tiempo y esbozar luego un final. Sucede que yo mismo todavía no sé como esto terminará. Y también porque entiendo que debo caminar paso a paso al compás de un plazo determinado por horas: hasta un bicho batalla con el tiempo. Y esta es mi primera condición: la de caminar paulatinamente a pesar de la impaciencia que tengo en relación con esa muchacha.

Me voy a sensibilizar con esta historia, y sé perfectamente que cada día es un día robado a la muerte. No soy un intelectual, escribo con el cuerpo. Y lo que escribo es una niebla húmeda. Las palabras son sonidos transformados en sombras que se entrecruzan irregulares, estalactitas, alfileres, música transfigurada de órgano. Mal puedo invocar palabras a esa red vibrante y rica, mórbida y oscura, teniendo como contralto el bajo grueso del dolor. Alegro con brío. Intentaré sacar oro del carbón. Sé que estoy aplazando el relato y que juego a la pelota sin ella. ¿El hecho es un acto?. Juro que este libro está hecho sin palabras. Es una fotografía muda Este libro es un silencio. Este libro es una pregunta.

Traducción: A. R.

Bibliografía

Novelas

Cerca del corazón salvaje, 1944
La araña, 1946
La manzana de la oscuridad, 1961
La Pasión según G.H ., 1964
Un aprendizaje o el libro de los placeres, 1969
Agua viva , 1973
La hora de la estrella, 1977
Un soplo de viento, (póstuma)

Cuentos

La ciudad sitiada, 1949
Algunos cuentos, 1952
Lazos de familia, 1960
La legión Extranjera, 1964
El Vía Crucis del cuerpo, 1974
Infantiles
El misterio del conejo pensante, 1967
La mujer que mató a los peces, 1969
La vida íntima de Laura, 1974