Culturas antiguas americanas
Comentario publicado en el Diario Clarín
LOS SÍMBOLOS PRECOLOMBINOS
de FEDERICO GONZÁLEZ
Ediciones Obelisco (Barcelona), 248 páginas.
Por Agustina Roca
Digamos que este libro no ha sido fruto de un exabrupto sino que está avalado por años de investigación y amor hacia las culturas indígenas. Su autor, Federico González, es un porteño que estudió Filosofía, Derecho y Ciencias Sociales en la UBA. Después, en Barcelona, se dedicó a la enseñanza de la simbólica y fundó el Centro de Estudios de la Simbología. Además de acercarse a las culturas precolombinas intelectualmente, lo hizo también vital y espiritualmente porque, viajero implacable, vivió durante 15 años en Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Costa Rica, México y Guatemala.
En su estadía por tierras latinoamericanas, pudo dedicarse a su gran pasión: investigar, a través de los símbolos, la cosmogonía y la teogonía de los pueblos indígenas. Faena nada fácil, por cierto, ya que los conquistadores, como es historia sabida, se ocuparon de destruir la totalidad de estas culturas . Dice en el prólogo: La pérdida resulta desoladora. A través de los fragmentos que han llegado hasta nosotros podemos comparar la magnitud y la calidad de estas civilizaciones, equiparables a las más sabias y refinadas del mundo .
Así, reconstruyendo en un lento camino de hormiga la historia de los habitantes de la América antigua, Federico González se propuso ofrecer un homenaje a estas tierras quinientos años después de su descubrimiento, difundiendo el mensaje de los pueblos que la habitaban para lograr, desde otro ángulo, un nuevo descubrimiento de América.
Después de profundas investigaciones el autor llegó a la conclusión de que todas las tribus que poblaban este continente tenían, a pesar de sus diferencias, una semejanza en la base de sus creencias, como si hubiesen pertenecido, en un pasado remoto, a una misma tradición y se hubiesen ido desgajando posteriormente en naciones o grupos diferentes, pero se comunicaban entre sí por el comercio o por las alianzas que establecían en las guerras. En el momento en que Colón llegó a América vivían aproximadamente cien millones de personas y dominaban, por cierto, los dos imperios más fuertes, el inca y el azteca. La victoria de los conquistadores fue posible, en parte, porque estas tribus estaban separadas y debilitadas por las guerras entre ellos.
El autor recalca constantemente a lo largo de su ensayo las dificultades que se le presentan a cualquier occidental que deseé hoy comprender la riqueza y complejidad de estas culturas. Y el error corriente que se comete: juzgarlas desde un eje occidental y cristiano, y, en un rapto de omnipotencia, descalificarlas, como hicieron los conquistadores por considerarlas inferiores.
El autor relata que, justamente por esta descalificación, los conquistadores cometieron un error garrafal al intentar comprenderlas. Y esto se refleja en sus testimonios. Captaron todas las nimiedades, por ejemplo, si estaban desnudos o no, y se les pasó un hecho fundamental: comprobar que entre la cosmogonía europea e indígena existían similitudes. Entre ellas, por ejemplo, la idea de que la creación universal se inició con la palabra, con el verbo.
Este libro es un intento serio por comprender la forma de vida y pensamiento de las antiguas culturas americanas. Para concluir, una breve anécdota que relata Pedro Mártir de Anglería, un humanista del siglo XVI en Décadas . Un conquistador, después de vencer al guerrero Nicarao lo empezó a sermonear diciéndole que era hora de que obedecieran al Infalible Rey de España y al Todopoderoso Pontífice. Cuando terminó su discurso, Nicarao le preguntó si él consideraba que su Papa, por ser todopoderoso y su rey, por ser infalible, se iban a librar de la muerte.
Sin darle tiempo a responder, el indígena agregó: Tengo otra pregunta que hacerle. ¿Por qué matan indios si la religión cristiana les prohíbe matar?