El escenario

XI Premio Internacional de Poesía León Felipe. 

de AGUSTINA ROCA
Editorial Celya.
96 páginas. Tábara, 2013 

Comentario publicado en la Revista Nayagua Nº 20 - Junio 2014
por La mujer abisinia (Eva Chinchilla) 

Una mujer sobre un escenario, así comienza este libro de poemas que ha merecido recientemente el XI Premio Internacional de Poesía León Felipe. La mujer que ha dado la vuelta al mundo, junto con la niña y Sherezade, irán conformando las sedas radiales de la tela tejida en la primera sección del poemario —memoria— , así como Can Nü, la araña tejedora de la tradición china y una primera persona del singular lo harán en la segunda sección, titulada “escritura”. Y en este hacer memoria de cuando fuimos sin escritura primero, y hacer escritura de la memoria y desmemoria de la historia después, van ganando papel quienes aún no dicen por sí mismas, aunque solo sea porque quien escribe la historia suele elegir también sus personajes protagonistas. “La historia es una serpiente. Rueda, se ovilla, se arquea, se incorpora, devora.”

La palabra en sus máscaras, las lenguas en su mestizaje, la escritura en tradiciones diversas y trazos que recorren paredes, tierras y siglos, una diversidad que el teatro desaconsejó durante largo tiempo en defensa de la verosimilitud, esa multiplicidad ha estado en los sueños y la poesía desde siempre, y en este escenario levantado por Agustina Roca se disfruta de principio a fin. De la mano de Scherezade, transformada en ciudad —Bagdad no duerme en la noche— entramos en el sufrimiento de la urbe asediada y destruida en la última década del siglo xx y la figura del extranjero, que aquí adopta su personaje arquetípico en Ulises, condenado a observar, sigue observando en el sujeto de una poeta que a día de hoy, también desde su condición de desterrada, escribe poesía.

Entre los textos poéticos en prosa que conforman el libro, también se engarzan o hilan citas de la tradición que mejor conocemos en occidente por sus nombres propios: Safo, Rulfo, Eliot, Lispector, Plath, Duras, Rimbaud, Mallarmé, Artaud… que en la propuesta de Roca acaban disgregándose en materia de lo que construye, en amalgama con las intervenciones dramáticas de esas personas comunes que sin nombre propio toman la palabra: la mujer y la niña, como sujetos que en tercera persona van afianzando su espacio de representación —de acción y de habla— de modo que lxs lectores de teatro recibirán como acotaciones teatrales muchos de los versos o fraseos de estos poemas en prosa. A través del prólogo, excelente, de Viviana Paletta, también se puede ahondar en este tejido de tradiciones diversas, tanto literarias como mitológicas, de Oriente y Occidente: situados en el escenario, todos estos personajes componen, representan su lugar en la tribu, otro hilo conductor del poema. Así, a través del estallido del lenguaje, la ruptura de la sintaxis o la búsqueda de una nueva lengua, a Rimbaud, Mallarmé y Artaud se les concede lugar aparte hacia el final de El escenario como poeta mago, Igitur niño y poeta hechicero respectivamente.

Y es que se han reducido las iniciales cursivas de la tradición autorial y va subiendo el volumen de la tribu y un lenguaje similar al de tambores que invaden, redoblan. Es una conciencia que el poemario nunca abandona, ni sus omnipresentes juegos de sonoridad: las rimas en eco que no parecen herederas de juegos barrocos europeos sino de las lenguas autóctonas americanas, conjuros o cantos a la madre tierra así lo atestiguan. Y es que en un escenario como el que imagina Agustina Roca hay que estar preparada para la novedad y la escucha completa, intercontinental, transfronteriza, sin excluir sonoridades que rechinan en nuestros oídos, hace tiempo desacostumbrados a la escucha de hechiceros o chamanas y tampoco suficientemente atentos al legado de la poesía concreta brasileña, o la vanguardia anterior y posterior a esta que se ha desplegado a través de la poesía latinoamericana.

A pesar de la teatralidad que se remarca desde el título, o gracias a ella, aquí no se cuentan historias, antes se busca el modo de decir sobre los primeros decires y se recupera un escenario para la poesía: marco en prosa no narrativo, igual que durante siglos tuvo la narrativa su marco en verso en la épica, o lo dramático su decir en verso. La escena del decir, del nombrar, es también la de construir un lugar desde donde hacerlo. La mención al Arpa de oro nos recuerda cómo también en medio del hedor y el esplendor, el acierto o el desconcierto, la lírica, como primer instrumento, y más cerca o más lejos de su son la poesía, un mismo escenario para todo lo imaginable por un solo sujeto que en su calidad de poeta y de mujer de la tribu se ve atravesada por distintas lenguas y tradiciones. Un libro que, por inesperado y sorprendente, multiplica el extrañamiento, la poesía.