Canción del destierro
Comentario publicado en el Diario Clarín

RONDA DE NOCHE
DE ANA BECCIU.

Taifa / Poesìa 78 páginas.

 

Por Agustina Roca

 

Ana Becciú habla desde una voz, la de la poesía; un espacio en el que habita y desde el que se dedica a investigar, con la minuciosidad de un artesano, su forma de ser y de estar en el mundo porque, según dice, en ese lugar que ha escogido pasa de todo, como en la vida.

Con esta concepción demuestra, una vez más, esa intensa fusión que se establece entre poesía y vida, y para lograrlo, apuesta a un medio, la palabra. A pesar de su necesidad de crear un lenguaje, un lugar para - como ella dice- acontecer mientras escribo , se topa con las barreras que su mismo deseo trae implícito: Mi sueño de cantar, imposible. ¿Qué habría de cantar? . Así se arma, entonces, ese círculo vicioso entre necesidad, deseo e imposibilidad, un camino que ella recorre, intuyendo desde un principio que esa fragmentación que le es propia a todo individuo difícilmente pueda unificarse aunque ella lo intente a través de la poesía.

Todos estos fragmentos que, en definitiva, conforman un larguísimo poema, son un viaje en que la poeta escribe desde un lugar, el destierro, y desde esa intemperie intenta recuperar aquella chica que fue antes de llegar a los países de habla helada y pasiones perdidas (la poeta está radicada en Europa desde 1976). Y desde esa jovencita que ha perdido raíces y que ha perdido, en parte, su lengua, intenta una reconstrucción de sí misma: espesa, parto, con mi pasión yo parto, hacia aquella niña.

Pero hablando siempre -o cantando como ella dice desde su condición marginal: Sola. Rodeada de sí misma. Como quién está en destierro .

Ana Becciú va realizando una fusión entre el amor y la palabra, y los va entrelazando como en una cópula a lo largo de muchos fragmentos, hermanándolos en una misma búsqueda de unidad: El amor se produce cuando se acaricia una textura, cuando con las manos o con la boca, se relata. La boca acaricia con relatos, provoca texturas aquí y allá. Y en las texturas se puede leer. Pero casi nadie sabe leer.

Quizás para demostrar que toda la vida es un eterno movimiento, la poeta adopta la forma de fragmentos, como en un viaje del que solo se conoce su punto de partida, y en los que siempre habla desde un yo, de mujer, indagador.