La escritura como alquimia
Comentario publicado en el Diario La Nación

Pequeños reinos
De STEVEN MILLHAUSER

Andrés Bello, 281 páginas 

 

Por Agustina Roca

 

Como todo autor que rinde culto a la imaginación, Steven Millhauser resulta inquietante. Poco conocido entre los lectores de habla hispana, sólo se pudo acceder a su obra con la traducción (también publicada por Andrés Bello) de su novela Martin Dressler, ganadora del premio Pulitzer 1997.

Pequeños reinos es un volumen compuesto por tres relatos que, a pesar de sus diferencias de estructuras y de épocas, tienen hilos conductores. Por un lado, el hecho de que sus protagonistas (generalmente artistas) escapen por momentos de la realidad para refugiarse en la imaginación, trastrocando la rutina y la vigilia por la intuición y los sueños. Por otro, el hábil manejo psicológico de personajes y relaciones humanas, que reflejan el lado generalmente oculto de nuestro sistema de pensamiento o los complejos mecanismos de la sexualidad humana (un latente incesto, un latente trío, una latente homosexualidad).

El protagonista de "El pequeño reino de John Franklin Payne" es un dibujante de tiras cómicas que vive en las afueras de New York, en Mount Hebron, con su mujer, Cora y su hija, Stella. Su verdadero festín empieza por las noches cuando, al subir a su taller para sumergirse en la obra, penetra "en un sitio que le hacía sentir que de algún modo estaba en el centro, aunque ignoraba en el centro de qué". Una madrugada, Payne decide realizar por las tejas "un paseo tambaleante bajo el hechizo lunar". El relato que hará de ese episodio se transformará luego en su mayor obra y en su refugio, cuando todo tambalee a su alrededor. De estructura lineal, el cuento, ubicado en 1920, tiene una cierta similitud con nuestra época: sobre todo, en los tironeos que siente Payne ante los avances tecnológicos y la deshumanización del hombre.

El tema del arte reaparece en "La princesa, el enano y la mazmorra", donde todo un pueblo manifiesta la necesidad de contar sus leyendas, como una forma de crear y de recrearse a sí mismo. La historia gira alrededor de un castillo medieval donde la gente va narrando -a veces en tercera persona, otras en primera del plural- las fábulas del castillo. El texto se estructura con subtítulos y Millhauser despliega la retórica de la fábula jugando con todos sus convencionalismos. Desde el eje principal de la historia, el autor despliega un abanico de protohistorias: "Podemos decir, pues, que en cierto modo nuestros sueños constituyen nuestra historia".

"Catálogo de la exposición: el arte de Edmund Moorash, 1810-1846", es el cuento más interesante del volumen. El análisis profundo que, de cada una de las obras expuestas por el ficticio pintor, realiza el compilador del catálogo, hace surgir el entorno del artista: su hermana Elizabeth (con quien mantiene una compleja relación), su amigo William Pinney y Sophia, la hermana de este último. El misterio de las relaciones entre estos personajes va elevándose hasta culminar en tragedia. El recurso de que el autor del catálogo apoye sus interpretaciones en cartas, en citas de autores románticos y en pasajes del diario íntimo de Elizabeth permite introducir otras voces narrativas dentro del cuento.

La observación que este último personaje hace para definir la pintura de su hermano ("Edmund quiere disolver las formas y reconstituirlas para liberar su energía. El arte como alquimia") puede muy bien extenderse a la obra de Millhauser. Este profesor de literatura inglesa del Skidmore College ha logrado la operación alquímica necesaria para transmutar estos "pequeños reinos" en grandes reinos.